Algunas personas suponen que la humildad tiene que ver con sentirnos culpables e indignos. La humildad no significa convencernos a nosotros mismos de que tenemos poco o ningún valor, ni de que somos insignificantes. Tampoco quiere decir negar o esconder los talentos que Dios nos ha dado. No logramos humildad al pensar menos de nosotros mismos; logramos humildad al pensar menos en nosotros mismos. La humildad llega conforme nos ocupamos de nuestra labor con la actitud de servir a Dios y a nuestros semejantes.
La humildad dirige nuestra atención y amor hacia los demás y hacia los propósitos del Padre Celestial.
El orgullo hace lo opuesto. El orgullo saca su energía y su fuerza de los profundos abismos del egoísmo. En el momento en que dejamos de obsesionarnos con nosotros mismos y nos entregamos al servicio, nuestro orgullo disminuye y comienza a morir.
(Presidente Dieter F. Uchtdorf, Liahona de noviembre de 2010, pag. 58)
lunes, 7 de marzo de 2011
miércoles, 2 de marzo de 2011
Nunca he visto que se haya desplazado una montaña real
Nunca he visto que se haya desplazado una montaña real; pero, debido a la fe, he visto desplazarse una montaña de dudas y desesperación, y reemplazarse con esperanza y optimismo. A causa de la fe, he visto personalmente reemplazarse una montaña de pecado con arrepentimiento y perdón. Y a causa de la fe, he visto personalmente una montaña de dolor reemplazarse con paz, esperanza y gratitud. Sí, he visto que se han desplazado montañas.
(Obispo Richard C. Edgley, Liahona de Noviembre de 2010, pag. 33)
(Obispo Richard C. Edgley, Liahona de Noviembre de 2010, pag. 33)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)