viernes, 12 de noviembre de 2010

Los tres maestros más grandes


Se ha dicho que los tres maestros más grandes son el ejemplo, el ejemplo y el ejemplo. Para todo padre, el ser un modelo de vida cristiana es la mejor forma de enseñar las verdades del Evangelio a sus hijos. Nuestros hijos aprenderán más al observar cómo vivimos, cómo actuamos y qué hacemos, que de cualquier otra forma que escojamos para enseñarles.
Enseñamos a nuestros hijos a servir bien cuando nosotros mismos servimos así; les enseñamos a perdonar cuando perdonamos; enseñamos amor y bondad al ser amorosos y amables; gratitud y aprecio al ser agradecidos y afectuosos. Cuando hacemos los convenios del Evangelio y los cumplimos, y recibimos las ordenanzas de salvación, nuestros hijos lo verán y nacerá en ellos el deseo de buscar las bendiciones de este tipo de obediencia. Les enseñamos los principios de honradez e integridad al ser honrados, verídicos, dignos de confianza y formales. Les enseñamos las virtudes de las responsabilidades y la mayordomía al ser hacedores y no dudar, al aceptar las oportunidades para participar y servir y al cumplir nuestra palabra. Cuando somos ejemplos de amor y bondad, cuando somos de buen ánimo, cuando edificamos y traemos gozo, paz y felicidad a los demás, nuestros hijos aprenden por nuestro ejemplo y nuestro comportamiento a hacer lo mismo. Nosotros debemos ser lo que queremos que ellos sean. Si queremos que reciban en sus rostros la imagen de Cristo, primero debemos hacerlo nosotros mismos.

(Ronald L. Knighton, "SEAMOS LOS MEJORES MAESTROS DE NUESTROS HIJOS", Liahona de junio de 2001, págs.38,40)